martes, 28 de julio de 2015

La gente que me gusta



"Venus y la luna"
San José de las Salinas.
Foto: Gloria Jiménez

Me gusta la gente que vibra, que no hay que empujarla, que no hay que decirle que haga las cosas, sino que sabe lo que hay que hacer y que lo hace. La gente que cultiva sus sueños hasta que esos sueños se apoderan de su propia realidad. Me gusta la gente con capacidad para asumir las consecuencias de sus acciones, la gente que arriesga lo cierto por lo incierto para ir detrás de un sueño, quien se permite huir de los consejos sensatos.
Me gusta la gente que es justa con su gente y consigo misma, la gente que agradece el nuevo día, las cosas buenas que existen en su vida, que vive cada hora con buen ánimo dando lo mejor de sí, agradecido de estar vivo, de poder regalar sonrisas, de ofrecer sus manos y ayudar generosamente sin esperar nada a cambio.
Me gusta la gente capaz de criticarme constructivamente y de frente, pero sin lastimarme ni herirme.
La gente que tiene tacto.
Me gusta la gente que posee sentido de la justicia.
A estos los llamo mis amigos.
Me gusta la gente que sabe la importancia de la alegría y la prédica. La gente que mediante bromas nos enseña a concebir la vida con humor.
La gente que nunca deja de ser aniñada.
Me gusta la gente que con su energía, contagia.
Me gusta la gente sincera y franca, capaz de oponerse con argumentos razonables a las decisiones de cualquiera.
Me gusta la gente fiel y persistente, que no desfallece cuando de alcanzar objetivos e ideas se trata.
Me gusta la gente de criterio, la que no se avergüenza en reconocer que se equivocó o que no sabe algo. La gente que, al aceptar sus errores, se esfuerza genuinamente por no volver a cometerlos.
Me gusta la gente que lucha contra adversidades.
Me gusta la gente que busca soluciones.
Me gusta la gente que piensa y medita internamente. La gente que valora a sus semejantes no por un estereotipo social ni cómo lucen. La gente que no juzga ni deja que otros juzguen.
Me gusta la gente que tiene personalidad.
Me gusta la gente capaz de entender que el mayor error del ser humano, es intentar sacarse de la cabeza aquello que no sale del corazón.
La sensibilidad, el coraje, la solidaridad, la bondad, el respeto, la tranquilidad, los valores, la alegría, la humildad, la fe, la felicidad, el tacto, la confianza, la esperanza, el agradecimiento, la sabiduría, los sueños, el arrepentimiento y el amor para los demás y propio son cosas fundamentales para llamarse gente.

Con gente como ésa, me comprometo para lo que sea por el resto de mi vida, ya que por tenerlos junto a mí, me doy por bien retribuido. 
MARIO BENEDETTI.

jueves, 23 de julio de 2015

Grandes hombres olvidados por la historia argentina



Ramón Carrillo

"Frente a las enfermedades que genera la miseria,
frente a la tristeza, la angustia y
el infortunio social de los pueblos,
los microbios, como causas de enfermedad,
son unas pobres causas."
Ramón Carrillo (*)

(*) Nación en Santiago del Estero el 7 de marzo de 1906 y falleció en Belem do Pará el 20 de diciembre de 1956. Neurocirujano, neurobiólogo y médico sanitarista. Primer ministro de la salud pública que tuvo la Argentina, ejerció esa función durante 8 años. Puso en marcha planes de salud que solucionaron problemas sanitarios que eran endémicos en el país: el paludismo.  

martes, 21 de julio de 2015

Muere lentamente... de Pablo Neruda.




"Camino en la inmensidad"
San José de las Salinas/Pcia. de Córdoba
Foto: Gloria Jiménez
  
Muere lentamente quien se transforma en esclavo del hábito, repitiendo todos los días los mismos trayectos, quien no cambia de marca, no arriesga vestir un color nuevo y no le habla a quien no conoce.
Muere lentamente quien evita una pasión, quien prefiere el negro sobre blanco y los puntos sobre las "íes" a un remolino de emociones, justamente las que rescatan el brillo de los ojos, sonrisas de los bostezos, corazones a los tropiezos y sentimientos.
Muere lentamente quien no voltea la mesa cuando está infeliz en el trabajo, quien no arriesga lo cierto por lo incierto para ir detrás de un sueño, quien no se permite por lo menos una vez en la vida, huir de los consejos sensatos.
Muere lentamente quien no viaja, quien no lee, quien no oye música, quien no encuentra gracia en sí mismo.
Muere lentamente quien destruye su amor propio, quien no se deja ayudar.
Muere lentamente, quien pasa los días quejándose de su mala suerte o de la lluvia incesante.
Muere lentamente, quien abandona un proyecto antes de iniciarlo, no preguntando de un asunto que desconoce o no respondiendo cuando le indagan sobre algo que sabe.
Evitemos la muerte en suaves cuotas, recordando siempre que estar vivo exige un esfuerzo mucho mayor que el simple hecho de respirar.


Solamente la ardiente paciencia hará que conquistemos una espléndida felicidad.

lunes, 20 de julio de 2015

Día del Amigo

Puerto Madryn/Chubut 
Foto:

A los amigos se les cuenta como a los dedos de las manos uno por no va la cuenta y nunca más de diez pasamos.
A los amigos por amigos en todo trance les contamos por eso amigos más que amigos se les percibe como hermanos.
A los amigos en sus pasos no se les juzgan sus defectos se les consuela en sus fracasos y se comparten sus aciertos.
A los amigos se les quiere sólo por ser nuestros amigos cuando no cuenta lo que tiene o lo que tuvo y ha perdido.
A los amigos les debemos parte importante de la vida pues nos afianzan sus afectos cuando amenaza la caída.
A los amigos por amigos saberse serlo no hace falta no es necesario ni decirlo ellos lo saben y eso basta.
A los amigos en sus pasos no se les juzgan sus defectos se les consuela en sus fracasos y se comparten sus aciertos.

Por los amigos mis amigos porque un amigo es una gracia por ser mi amigo fiel, amigo sólo por eso, amigo, gracias!!!

lunes, 13 de julio de 2015

LA IMPORTANCIA DE LA ABUELA/O...





...EN LA VIDA DE UN NIETO O NIETA Y VICEVERSA. IMPERDIBLE. NO DEJES DE LEERLO.-
Orchanski es un pediatra cordobés muy reconocido, y éste es un artículo que publicó en uno de los diarios de Córdoba.
Los abuelos no sólo cuidan; son el tronco de la familia extendida, aportan algo que los padres no siempre vislumbran: pertenencia e identidad.

Enrique Orschanski. 19/01/2013 (Médico).
En los últimos 50 años, nuestro estilo de vida familiar cambió drásticamente como consecuencia de un nuevo sistema de producción.
La inclusión de la mujer en el circuito laboral llevó a que ambos padres se ausenten del hogar por largos períodos creando como consecuencia el llamado “síndrome de la casa vacía”. El nuevo paradigma implicó que muchos niños quedaran a cargo de personas ajena al hogar o en instituciones. Esta tercerización de la crianza se extendió y naturalizó en muchos hogares. Algunos afortunados todavía pueden contar con sus abuelos para cubrir muchas tareas: la protección, los traslados, la alimentación, el descanso y hasta las consultas médicas.
Estos privilegiados chicos tienen padres de padres, y lo celebran eligiendo todos los apelativos posibles: abu, abuela/o nona/o bobe, zeide, tata, yaya/o opi, oma, baba, abue, lala, babi, o por su nombre, cuando la coquetería lo exige.
Los abuelos no sólo cuidan, son el tronco de la familia extendida, la que aporta algo que los padres no siempre vislumbran: pertenencia e identidad, factores indispensables en los nuevos brotes.
La mayoría de los abuelos siente adoración por sus nietos. Es fácil ver que las fotos de los hijos van siendo reemplazadas por las de estos. Con esta señal, los padres descubren dos verdades: que no están solos en la tarea, y que han entrado en su madurez.
El abuelazgo constituye una forma contundente de comprender el paso del tiempo, de aceptar la edad y la esperable vejez. Lejos de apenarse, sienten al mismo tiempo otra certeza que supera a las anteriores: los nietos significan que es posible la inmortalidad.
Porque al ampliar la familia, ellos prolongan los rasgos, los gestos: extienden la vida. La batalla contra la finitud no está perdida, se ilusionan.
Los abuelos miran diferente.
Como suelen no ver bien, usan los ojos para otras cosas.
Para opinar, por ejemplo. O para recordar.
Como siempre están pensando en algo, se les humedece la mirada; a veces tienen miedo de no poder decir todo lo que quieren.
La mayoría tiene las manos suaves y las mueven con cuidado.
Aprendieron que un abrazo enseña más que toda una biblioteca.
Los abuelos tienen el tiempo que se les perdió a los padres; de alguna manera pudieron recuperarlo. Leen libros sin apuro o cuentan historias de cuando ellos eran chicos. Con cada palabra, las raíces se hacen más profundas; la identidad, más probable.
Los abuelos construyen infancias, en silencio y cada día.
Son incomparables cómplices de secretos.
Malcrían profesionalmente porque no tienen que dar cuenta a nadie de sus actos. Consideran, con autoridad, que la memoria es la capacidad de olvidar algunas cosas. Por eso no recuerdan que las mismas gracias de sus nietos las hicieron sus hijos. Pero entonces, no las veían, de tan preocupados que estaban por educarlos.
Algunos todavía saben jugar a cosas que no se enchufan.
Son personas expertas en disolver angustias cuando, por una discusión de los padres, el niño siente que el mundo se derrumba.
La comida que ellos sirven es la más rica; incluso la comprada.
Los abuelos huelen siempre a abuelo.
No es por el perfume que usan, ellos son así.
¿O no recordamos su aroma para siempre?
Los chicos que tienen abuelos están mucho más cerca de la felicidad.
Los que los tienen lejos, deberían procurarse uno (siempre hay buena gente disponible).